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Cocino luego existo


El bienestar del ser humano y los ecosistemas son elementos relacionados.

El acto de cocinar nos define como seres humanos. De los animales que poblamos la tierra somos los únicos que transformamos los elementos para nuestra alimentación. Este proceso tiene consecuencias medioambientales y define nuestras relaciones sociales y económicas.

Urge reorientar nuestros hábitos de consumo y estilo de vida. Mejoraremos nuestra salud a la vez que contribuimos a la sostenibilidad de nuestro entorno.


Cocino luego existo
El bienestar del ser humano y los ecosistemas son elementos relacionados.

El acto de cocinar nos define como seres humanos. De los animales que poblamos la tierra somos los únicos que transformamos los elementos para nuestra alimentación. Este proceso tiene consecuencias medioambientales y define nuestras relaciones sociales y económicas.

“Somos lo que comemos”, dijo el filósofo Ludwig Feuerbach en 1862, explicando así que en la comida se refleja nuestra manera de vivir y convivir en y con la naturaleza. Entonces Feuerbach no tenía en mente cuestiones como la sostenibilidad o el problema de las emisiones de gases de efecto invernadero. Ya en pleno siglo XXI, el filósofo Michel Onfray, autor de “La razón del Gourmet” y fundador de la Universidad Popular del Gusto, explica que “la cocina es una verdadera lección de libertad”. Es en el mercado, en el momento de elegir los productos que llevaremos a nuestra mesa, donde Onfray saborea de manera más intensa su compromiso y militancia por una sociedad justa y saludable. Onfray no duda en posicionar el acto de alimentarse al mismo nivel que la militancia política. Votamos también con nuestro estómago puesto que nuestra manera de alimentarnos influye en el medio ambiente, la agricultura, el mercado, las tradiciones y relaciones sociales.

El sistema alimentario repercute no solo en nuestra salud, sino que también afecta a la salud del planeta. Según datos de la FAO, el 30% de las emisiones que inciden en el calentamiento global están directamente vinculadas a la forma en que se produce, distribuye y consume nuestra comida. Producir alimentos significa consumo de agua. La huella del agua es la suma del agua consumida en los diferentes pasos de la cadena de producción. Una dieta diaria para una persona a base de carne demanda 19.000 litros de agua mientras que una dieta vegetariana estricta para una persona demanda 1400 litros de agua. Una hectarea de tierra puede producir vegetales para 22 personas, arroz para 19 y carne para 2 personas. La alta demanda de productos de origen animal produce el mayor despedicio de recursos naturales del mundo.

Para producir un kilo de carne vacuna se necesitan entre 7 y 16 kilos de cereales. Más del 50% de los granos del mundo se destinan a la producción de alimento para criar los animales que consume la humanidad. El 90% es soja transjenica. La ganadería es la segunda actividad, después del sector energético, que genera mayor emisión de gases de efecto invernadero. Un kilo de vacuno contribuye a emitir entre 15 y 25 kilos de gases de efecto invernadero. Una vaca de unos 550 kilos puede emitir por día entre 800 y 1000 litros de gas metano. La industria ganadera genera más gases de efecto invernadero que el transporte. La producción industrial de la carne es económica y ambientalmente insostenible.

Un estudio realizado a principios del 2011 en el Reino Unido por expertos del Rowett Institute of Nutrition and Health de la Aberdeen University, publicado con el título “Livewell; a balance of Healthy and Sustainable Food Choices”, prueba que si los británicos limitaran la ingesta de productos procesados y de carne, las emisiones de efecto invernadero podrían bajar sólo en el Reino Unido un 25%. Esta lógica es extensible a todos los países, especialmente el mundo desarrollado que es donde se registran los más altos consumos de carne.

A partir de estas consideraciones, vemos que en la elección de los diferentes alimentos y dietas debemos tener en cuenta criterios nutricionales a la vez que tomamos en cuenta la variable ambiental. La pirámide alimentaria constituye una guía general de lo que deberíamos consumir diariamente para obtener los nutrientes que el cuerpo necesita. En la base de la pirámide están los alimentos de origen vegetal, ricos en nutrientes, como agua, vitaminas, sales minerales así como fibras y compuestos bioactivos de origen vegetal. Subiendo la pirámide encontramos alimentos con mayor densidad de energía que se deben comer en pequeñas cantidades. Una dieta sana incluye muchas frutas, hortalizas, legumbres, cereales y pocos dulces, alimentos procesados y carnes rojas. De esta manera podemos ver que los alimentos que más aportan a nuestra salud en general son aquellos que presentan niveles más bajos de impacto ambiental. Para esto es imprescindible que sean alimentos de la agroecología, de proximidad y que respeten la estacionalidad. De esta manera garantizamos un bajo uso de petróleo, poca contaminación, defensa de la biodiversidad y mejor calidad de nuestros alimentos.

Urge reorientar nuestros hábitos de consumo y estilo de vida. Mejoraremos nuestra salud a la vez que contribuimos a la sostenibilidad de nuestro entorno.
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